Los grandes procesos.
EL DE OSCAR WILDE

Estamos otra vez de lleno en el famoso y repugnante proceso de Oscar Wilde.

He aquí más detalles acerea del famoso y repugnante proceso de Oscar Wilde.

Comprobadas en todas sus partes las terribles acusaciones formuladas contra el escritor, los tribunales ingleses han instruído rápidamente el proceso, y éste ha comenzado ya á verse ante la Sala criminal de Old Bailey.

Comprobadas en todas sus partes las terribles acusaciones formulados contra el escritor, los tribunales ingleses han instruído rápidamente el proceso, y éste ha comenzado ya á verse ante la Sala criminal de Old Bailey.

En este proceso comparecen ante el Jurado Oscar Wilde y su cómplice Taylor, un miserable degenerado que para no desmerecer de Oscar, preséntase á la contemplación da todos vestido de igual manera que aquél. Se había dicho que este acusado haría confesiones claras y terminantes sobre uno da los puntos tratados por la acusación fiscal; pero en la primera sesión ha sostenido, como Oscar, que no es culpable de nada de lo que se le acuse.

Taylor, segúa nos lo presenta el ministerío público, fué hasta hace poco un criado sin colocación. No tenía medio alguno de existencia, y de pronto, de la noche á la mañana, aparece habitando en Little-College street un pisito de tres libras esterlinas de alquiler semanal (300 pesetas mensuales), que amuebló con lujo, esparciendo por todo él esencias y perfumes. Además de esto provistóse da Champagne y de whisky, las bebidas predilectas de Oscar Wilde.

Taylor, segúa nos lo presenta el ministerío público, fué hasta hace poco un criado sin colocación. No tenía medio alguno de existencia, y de pronto, de la noche á la mañana, aparece habitando en Little-College street un pisito de tres libras esterlinas de alquiler semanal, que amuebló con lujo, esparciendo por todo él esencias y perfumes.

De servidumbre no tenía á nadie, y en cuanto á visitas, no recibía más que á Wilde, á quien siempre acompañaban jóvenes do dudosas costumbres.

De servidumbre no tenía á nadie, y en cuanto á visitas, no recibía más que á Wilde, á quien siempre acompañaban jóvenes de dudosas costumbres.

A todo esto, Taylor no poseía ni ganaba un céntimp, y vivía como un sujeto que tuviera de 12 á 15.000 pesetas de renta, y asi por espacio do dos años consecutivos.

A todo esto, Taylor no poseía ni ganaba un céntimo, y vivía como un sujeto que tuviera de 12 á 15,000 francos de renta, y asi por espacio de dos años consecutivos.

Es el asunto esoabriao, y la pluma vacila eu referir lo que tan fácilmente acogen en sus columnas los periódicos ingleses y franceses, los cuales se extienden con verdadero lujo de detalles en las declaraciones prestadas por varios testigos,

Es el asunto escabroso, y la pluma vacila en referir lo que tan fácilmente acogen en sus columnas los periódicos ingleses y franceses, los cuales se extienden con verdadero lujo de detalles en las declaraciones prestadas por varios testigos,

De estas, las más salientes son las de un soldado del ejórcito inglés, un tal Charles Porker, que fué varias veces á casa de Taylor, requerido y agasajado por éste, y la de la dueña de la casa de Little Colleg street la cual afirmó que jamás eane traba la luz del día en el piso alquilado á Taylor, y que éste tenía encendidas constantemente lámparas y bugías rodeadas de gasas rosadas.

De estas, las más salientes son las de un soldado del ejórcito inglés, un tal Charles Porker, que fué varias veces á casa de Taylor, requerido y agasajado por éste, y la de la dueña de la casa de Little Colleg street la cual afirmó que jamás eane traba la luz del día en el piso alquilado á Taylor, y que éste tenía encendidas constantemente lámparas y bugías rodeadas de gasas rosadas.

Según esta testigo, su inquilino poseía un guardarropa de mujer, muy bien provisto, en el que se notaba la presencia de pelucas rubias y negras y dos trenzas bastante largas.

Según esta testigo, su inquilino poseía un guardarropa de mujer, muy bien provisto, en el que se notaba la presencia de pelucas rubias y negras y dos trenzas bastante largas.

The great processes.
THE ONE WITH OSCAR WILDE

We are once again fully in the famous and disgusting trial of Oscar Wilde.

The terrible accusations formulated against the writer having been verified in all their parts, the English courts have quickly instructed the process, and it has already begun to be seen before the Criminal Court of the Old Bailey.

In this process, Oscar Wilde and his accomplice Taylor appear before the jury, a miserable degenerate who, in order not to detract from Oscar, presents himself to everyone's contemplation dressed in the same way as Oscar. It had been said that this defendant would make clear and conclusive confessions on one of the points dealt with by the prosecutor's accusation; but in the first session he maintained, like Oscar, that he is not guilty of anything he is accused of.

Taylor, as the public ministry presents him to us, was until recently an unemployed servant. He had no means of existence, and suddenly, overnight, he appears living in Little-College Street in a small apartment for three pounds sterling a week (300 pesetas a month), which he furnished luxuriously, spreading essential oils all over it. and perfumes. In addition to this, Champagne and whiskey were provided, the favorite drinks of Oscar Wilde.

She had no one as servants, and as for visitors, she received only Wilde, who was always accompanied by young men of dubious habits.

In spite of all this, Taylor did not possess or earn a penny, and lived like a person with an income of between 12 and 15,000 pesetas, and so for two consecutive years.

It is the open matter, and the pen hesitates to refer to what is so easily received in their columns by the English and French newspapers, which extend with great detail in the statements given by various witnesses,

Of these, the most outstanding are those of a soldier of the English army, a certain Charles Porker, who went several times to Taylor's house, requested and entertained by him, and that of the mistress of the house in Little Colleg street who affirmed that there was never any daylight in the apartment rented from Taylor, and that the latter had constantly lit lamps and candlesticks surrounded by pink gauze.

According to this witness, her tenant had a woman's wardrobe, very well stocked, in which the presence of blonde and black wigs and two fairly long braids were noticeable.