PARIS-MADRID

Oscar Wilde, el poeta tan conocido en París, ha construido la más horrible y repugnante de sus obras, dando lugar al escandaloso proceso que en estos momentos hace pronunciar millones de veces la palabra shocking á los pulcros ingleses.

Oscar Wilde, el poeta tan conocido en París, ha construido la más horrible y repugnante de sus obras, dando lugar al escandaloso proceso que en estos momentos hace pronunciar millones de veces la palabra shocking á los pulcros ingleses.

Y no ha empleado, ciertamente, ni la noble pluma, ni el blanco papel para levantar la más inmunda de sus creaciones y la que mayor celebridad le ha dado, pese á sus grandes méritos literarios. De sustancia más olorosa y repugnante base servido Necesario es retroceder á determinadas escenas bíblicas que provocaron tremebundos y coléricos castigos, ó pasearse por la historia de Grecia, echar una rápida ojeada á los palacios imperiales de Roma y Bizancio, ó abrir la escandalosa crónica de Enrique III y los Médicis para encontrar algo parecido y que forme monstruosa pareja por lo que á impudor é inmundicia se refiere.

Y no ha empleado, ciertamente, ni la noble pluma, ni el blanco papel para levantar la más inmunda de sus creaciones y la que mayor celebridad le ha dado, pese á sus grandes méritos literarios. De sustancia más olorosa y repugnante base servido Necesario es retroceder á determinadas escenas bíblicas que provocaron tremebundos y coléricos castigos, ó pasearse por la historia de Grecia, echar una rápida ojeada á los palacios imperiales de Roma y Bizancio, ó abrir la escandalosa crónica de Enrique III y los Médicis para encontrar algo parecido y que forme monstruosa pareja por lo que á impudor é inmundicia se refiere.

¡Vengan ahora los poetas hablándonos de ídealismos y de complicaciones del espíritu!

¡Vengan ahora los poetas hablándonos de ídealismos y de complicaciones del espíritu!

Todos tenían á Osear por un hombre de exquisitos sentimientos y refinamientos intelectuales. El fué de los pocos que se opusieron tenaz y ardientemente á la victoria del naturalismo, y recorrió América del Norte para condenarlo públicamente en sinfín do notables conferencias. Wilde nos habló mil veces quintaesenciados simbolismos y delicadísimas psicologías que vinieron á desterrar para siempre la baba y la lepra y el lodo de que, según él, había salpicado el naturalismo á la generación actual. Para el poeta inglés habíanse inventado, en fin, novísimas y rebuscadas palabras que expresaran las sutiles formas y los aéreos pensamientos de que están llenas sus obras, y él se pasaba la vida adorando platónicamente la forma literaria, obsesionado por el perfume de las palabras y de las frases.

Todos tenían á Osear por un hombre de exquisitos sentimientos y refinamientos intelectuales. El fué de los pocos que se opusieron tenaz y ardientemente á la victoria del naturalismo, y recorrió América del Norte para condenarlo públicamente en sinfín do notables conferencias. Wilde nos habló mil veces quintaesenciados simbolismos y delicadísimas psicologías que vinieron á desterrar para siempre la baba y la lepra y el lodo de que, según él, había salpicado el naturalismo á la generación actual. Para el poeta inglés habíanse inventado, en fin, novísimas y rebuscadas palabras que expresaran las sutiles formas y los aéreos pensamientos de que están llenas sus obras, y él se pasaba la vida adorando platónicamente la forma literaria, obsesionado por el perfume de las palabras y de las frases.

Sin embargo, resulta ahora que ha escrito el capítulo más vergonzoso del naturalismo. Sólo en una cosa ha sido consecuente. Escribió una vez que el arte, que su arte, no se enderezaba á imitar la Naturaleza, sino todo lo contrario. Ha probado, con efecto, que va contra la Naturaleza en todo, ¡hasta en sus vicios! Pero en este aspecto de la estética sólo pueden intervenir los Tribunales, y el rigor de la ley caerá sobre el miserable.

Sin embargo, resulta ahora que ha escrito el capítulo más vergonzoso del naturalismo. Sólo en una cosa ha sido consecuente. Escribió una vez que el arte, que su arte, no se enderezaba á imitar la Naturaleza, sino todo lo contrario. Ha probado, con efecto, que va contra la Naturaleza en todo, ¡hasta en sus vicios! Pero en este aspecto de la estética sólo pueden intervenir los Tribunales, y el rigor de la ley caerá sobre el miserable.

PARIS-MADRID

Oscar Wilde, the poet so well known in Paris, has constructed the most horrible and disgusting of his works, giving rise to the scandalous process that at this moment makes the neat English say the word shocking millions of times.

And, certainly, he has not used neither the noble pen nor the white paper to raise the filthiest of his creations and the one that has given him the greatest celebrity, despite his great literary merits. With a more fragrant and disgusting substance served, it is necessary to go back to certain biblical scenes that provoked tremendous and angry punishments, or wander through the history of Greece, take a quick look at the imperial palaces of Rome and Byzantium, or open the scandalous chronicle of Henry III and the Medici to find something similar and that forms a monstrous couple as far as impudence and filth are concerned.

Now come the poets talking to us about idealisms and complications of the spirit!

All considered Oscar a man of exquisite sentiments and intellectual refinements. He was one of the few who steadfastly and ardently opposed the victory of naturalism, and toured North America publicly condemning it in countless notable conferences. Wilde spoke to us a thousand times of quintessential symbolisms and extremely delicate psychologies that came to banish forever the slime and the leprosy and the mud with which, according to him, naturalism had sprinkled the present generation. For the English poet, in short, new and far-fetched words had been invented to express the subtle shapes and airy thoughts with which his works are full, and he spent his life platonically adoring the literary form, obsessed by the perfume of words and of the phrases.

However, it now turns out that he has written the most shameful chapter of naturalism. Only in one thing has he been consistent. He once wrote that art, that his art, was not set out to imitate Nature, quite the contrary. He has proven, with effect, that he goes against Nature in everything, even in his vices! But in this aspect of aesthetics only the Courts can intervene, and the rigor of the law will fall on the miserable.

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